Entró cojeando, escoltado y custodiado por cuatro agentes que no lo perdieron de vista en ningún momento. Estaba vestido con el uniforme caqui de la cárcel, llevaba el pelo largo y la barba crecida y cubierta de canas. Se le veía disminuido físicamente, aunque también estaba sorprendentemente sonriente y por momentos, aturdido. Así lució este viernes Ismael El Mayo Zambada en su primera audiencia con el juez Brian Cogan, el mismo que condenó a Joaquín El Chapo Guzmán y al exsecretario Genaro García Luna. El capo de 76 años no pronunció una sola palabra en el tribunal y se aferró a un audífono colocado en su oreja izquierda para seguir la causa criminal en su contra. La vista duró apenas unos 15 minutos y se celebró en medio de fuertes medidas de seguridad en la corte de Brooklyn, Nueva York. Cogan, protagonista de la ofensiva judicial de Estados Unidos y azote de los narcos mexicanos, reconoció la naturaleza compleja del caso y dijo que era elegible para la imposición de pena de muerte por la gravedad de las acusaciones contra el cofundador y jefe de jefes del Cartel de Sinaloa. Está previsto que El Mayo comparezca otra vez el próximo 15 de enero.
La Corte del Distrito Este de Nueva York estaba repleta y las expectativas eran enormes. Se colocó un arco detector de metales afuera de la sala, donde confluyeron decenas de periodistas, agentes de seguridad y funcionarios estadounidenses. Cuatro elementos del Servicio de Marshals de Estados Unidos con camisas polo color verde olivo y cara de pocos amigos fueron los encargados de trasladar al capo por el pasillo que conecta los calabozos donde permanecen los acusados con el tribunal. Por lo menos se desplegó a otros tres agentes armados para vigilar a los miembros del público, que miraban en todas las direcciones y cubrían todos los ángulos al interior del recinto. “Ok, estamos listos”, dijo una de las ayudantes de Cogan para que ingresara El Mayo, en punto de las once y cuarto de la mañana.
El elusivo narcotraficante, que no pisó una cárcel en más de cinco décadas de carrera criminal hasta su captura el pasado 25 de julio en Nuevo México, se abrió paso con calma y sonrió al saludar a su abogado, Frank Pérez, el hombre de todas sus confianzas. La imagen del narcotraficante ha cambiado drásticamente en comparación con la foto que se filtró tras su detención en el aeropuerto rural de Doña Ana. El bigote ralo y el cabello teñido de negro que lo caracterizaron quedaron atrás. Ahora, largos mechones de canas cubren su cabeza y una calva pronunciada unos centímetros por encima de la nuca. Tiene una barba blanca y cerrada, y llama mucho la atención la forma de su nariz, objeto de una evidente rinoplastía. Su estado de salud ha sido uno de los puntos más debatidos alrededor de la figura de El Mayo, después de que la DEA asegurara a principios de este año que estaba enfermo.
“Todos levántense”, ordenó una voz al anunciar la entrada de Cogan, inmediatamente después. El Mayo se acomodó las gafas que llevaba dobladas a la altura del cuello de su camisa y miró expectante al hombre que tiene en sus manos su destino. “Siéntense, por favor”, dijo el juez con aire solemne al tomar su sitio, en la parte más alta del tribunal. El acusado mantuvo su cabeza girada hacia el togado, quien, en cambio, prácticamente no lo volteó a ver. Zambada no se veía particularmente preocupado ni nervioso, pero parecía que le costaba seguir los aspectos técnicos del caso, que dominan esta parte del proceso judicial. En estas audiencias, el juez se encarga de conducir cuestiones prácticas como el manejo de información sensible o los plazos para presentar pruebas y los requisitos para que sean incluidas en el expediente. Se les conocen como “conferencias de estatus”, en las que ambas partes dan cuenta del punto en qué está el procedimiento y de las cuestiones que tienen que aclarar a la vista de un eventual juicio. La posibilidad de que el caso llegue a juicio o no es la principal incógnita. Dubitativo, Zambada se levantó de su asiento una vez más cuando Pérez presentó al equipo de tres personas de la defensa.
La Fiscalía fue la primera en tomar la palabra. Las autoridades presentaron una moción esta semana para advertir un conflicto de interés alrededor del abogado de Zambada. Frank Pérez representa también a Vicente Zambada Niebla, alias Vicentillo, el hijo de El Mayo que estaba perfilado para ser su sucesor y acabó por convertirse en testigo protegido de las autoridades de Estados Unidos. El testimonio de Vicentillo fue determinante para la caída de El Chapo, condenado a cadena perpetua en octubre de 2019. La cuestión es que si el caso llega a juicio y si es llamado por los fiscales, Zambada Niebla estaría obligado a declarar en contra de su propio padre.
“No sé qué espera de mí”, reclamó Cogan al jefe de la Fiscalía. “No me puede mandar una carta un miércoles por la noche y esperar que en dos días resuelva esto, no hay tiempo suficiente”, se quejó. “¿Por qué esperó tanto? Esto es algo que sabía desde el día uno”, agregó, molesto. Siempre duro y estricto, el regaño de Cogan hizo que la posibilidad de resolver en esta audiencia el embrollo alrededor del abogado de El Mayo se desvaneciera en cuestión de segundos. Pese al conflicto de interés, Zambada puede decidir quedarse con Pérez, firmando una renuncia de derechos y reconociendo que su representante legal tiene obligaciones encontradas respecto a su propio hijo. Por ahora, se designó a otro abogado para asesorar al capo sobre sus derechos y la posibilidad que tiene de cambiar de defensa. Confundido, hasta cierto punto, El Mayo presionaba el auricular contra su oído para tratar de escuchar mejor al intérprete.
Otro de los puntos en el orden del día fue la posibilidad de que la Fiscalía solicite que El Mayo sea castigado con la pena de muerte. La pena capital fue abolida en Nueva York desde 2004, tras una resolución de una corte federal de apelaciones. La ley, sin embargo, considera excepciones para ciertas “ofensas capitales” como asesinatos, genocidios o magnicidios políticos. La acusación contra El Mayo es fundamentalmente la misma que enfrentó El Chapo, aunque se extiende por hechos sucedidos desde finales de los ochenta hasta este mismo año. En febrero pasado, las autoridades incluyeron cargos por tráfico de fentanilo, la droga que está en el centro de la guerra de Estados Unidos contra las drogas y que provoca decenas de miles de muertes cada año en ese país. Si se considera a Zambada responsable de la epidemia de opioides que azota a Estados Unidos, los fiscales podrían pedir un castigo de este calibre. Será uno de los asuntos que se discutirá en los próximos meses.
“¿La defensa tiene algo que decir?”, preguntó Cogan. “Nada, su señoría”, respondió Pérez. El juez abandonó la sala cuando el reloj estaba por marcar las once y media de la mañana, ante la mirada silenciosa de El Mayo. Zambada se levantó y habló durante unos segundos con su abogado, quien le dio una palmada en la espalda antes de que los agentes se lo llevaran de regreso al Centro de Detención Metropolitano de Brooklyn, donde permanece preso desde septiembre pasado. El capo volvió a sonreír, pese a que su futuro es incierto. Tras la condena contra El Chapo y la sentencia contra García Luna de 38 años de prisión, el cofundador del Cartel de Sinaloa se convirtió de manera oficial el nuevo protagonista en la nueva batalla que libra Estados Unidos en sus tribunales.